Un día, una niña se bañó en un río y perdió sus colores. Caminó sin descanso hasta que consiguió recuperar el moreno de su piel y el dorado de su pelo. Pero como todavía le quedaban por recuperar el resto de sus colores, no se rindió y siguió su camino.
A la mañana siguiente, avistó un campo de rojas fresas muy apetitosas. Y la niña, muy educada, se acercó y preguntó.
-Campo de fresas, ¿podría regalarme una de sus jugosas fresas para recuperar el rojo de mi sonrisa?
Y el campo de fresas, cansado, contestó.
-Te daré una fresa si te comes las demás, puesto que están maduras y pronto se pudrirán si nadie las recoge -
La niña, entristecida, se alejó un poco porque ella sola no podría comer todas aquellas fresas. Andando y andando, se le ocurrió una maravillosa idea. Tocó su flauta y atrajo con su sonido a un montón de pajaritos, a los que invitó a comer al campo de fresas. Así, el campo le dio una fresa a la niña, y mordiéndola, ella recuperó el color rojo de su sonrisa, y lo pegó con celofan.
Más animada, continuó su camino, pues sólo le faltaba el azul de sus ojos. Caminó y caminó sin descanso, día y noche, noche y día, pero nadie había visto un azul como el de sus ojos. Y el cielo no se dignaba a responder a sus preguntas.
Entonces la niña llegó a un campo de hermosas flores de vivos colores, y se puso a llorar, pues las flores podían tener sus hermosos tonos vivos, y sin embargo ella nunca podría encontrar el azul de su mirada.
Pero en ese momento, escuchó otro llanto muy bajito, y sorprendida, miró a todos lados para ver de quién era. Encontró a una mariposa llorando sobre una roca, entristecida. Y lo que más le emocionó, fue ver que las alas del bichito eran del mismo azul que había estado buscando.
-¿Por qué llora, señora mariposa? -preguntó. La mariposa la miró, y sonándose los mocos, contestó:
-Pasa que como mis alas son azules, las flores me confunden con el cielo y no me dejan recoger polen.
Entonces la niña tuvo una idea. Le prestó a la mariposa un poco del rojo de su sonrisa, del moreno de su piel y del dorado de su pelo, y le pintó las alas por debajo. Así, cuando las flores la vieron, se abrieron para ella, y la mariposa pudo por fin recoger su polen.
Agradecida, se posó sobre la mejilla de la niña, y el azul de sus alas se reflejó en los ojos de la pequeña, que recuperó por fin todos sus colores.
Tan amiga se hizo de la mariposa, que nunca más se separaron, y se prestaron de por vida mutuamente sus colores. El color de la amistad, el color de la alegría, y el color del amor.
Muy bonita la historia, Me encanta :)
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